Capítulo 2:
Las semanas pasaron y las sesiones fueron muy similares. C.C me contaba las ‘costumbres’ que había en su planeta. Muchas eran similares o iguales a cosas de la vida cotidiana. Como a lo que ella llamaba ‘ritual de iniciación de la infancia’ era un juego de béisbol. A lo que llamaba ‘ritual de conjunto’ era una boda. C.C creía en su propia mentira, su mente la engañaba para que creyera. La verdad es que era muy diferente a todo. Aun así seguí tratando con ella. El tema de Clovis no volvió a tocarse, se ponía alterada si lo mencionaba.
A la cuarta semana, el inicio de verano en Nueva York, C.C comenzó a sentirse mucho mejor con el ambiente. Ya no temía acercarse a mí, me trataba como si fuéramos amigos de toda la vida. Aunque las pesadillas continuaron, siempre se levantaba gritando y llorando. Era insoportable verla sufrir de esa manera. También seguía mezclando el francés con el español. No me incomodaba, sabía ambos idiomas, pero no era algo que alguien normal haría. El calor se comenzó a ser algo insoportable. Trataba de mantener la casa fresca para comodidad de ella, pero no siempre lo lograba.
-C.C, ¿quieres jugo para el desayuno? –dije mientras terminaba de preparar su omelet.
-Sí, s'il te plaît (por favor), -gritó desde su habitación. Seguí haciendo mi trabajo. Escuché pasos detrás de mí y después la respiración de ella detrás de mi oído. -¿Qué estás preparando para el desayuno aujourd'hui?(hoy)
-Omelet, -dije mirándola de reojo y sonriendo. Me devolvió la sonrisa. Se veía fresca y recién bañada. Su cabello mojado estaba al los lados de su cara. Me giré y estaba a punto de decir algo, pero el aliento se quedó en mi garganta. C.C estaba completamente desnuda frente a mí. Sonreía y se veía cómoda, nada insegura. Comencé a abrir y cerrar la boca, tratando de decir algo. Pero no pude. En lugar de eso tomé un mandil y se lo puse. –C.C, no… ¿Por qué…?... No está bien andar así, -logré decir al fin.
-Es solo que el cubre pieles es muy caluroso. Hace que salga líquido de mi piel, -dijo frunciendo el ceño y mirando el mandil que acababa de ponerle.
-Pero C.C, eso no es algo que las personas hagan. Por lo general la gente se siente incómoda mostrando toda su…piel.
-Pero hace calor, -dijo con un puchero. Sacudí la cabeza y traté de concentrarme.
-Bien, espera aquí, -corrí a mi habitación y tomé mi bata de baño. Regresé y C.C estaba parada donde la dejé. Le puse la bata y quité el mandil. –Muy bien, cuando tengas calor y la ropa te provoque más, ponte esto. No provoca tanto calor y es cómoda. ¿Te parece cómoda?
-Huele a ti, -dijo enterrando su nariz en la bata. Reí un poco.
-Sí, huele a mí porque yo la uso a veces, cuando salgo de la ducha.
-¿Puedo quedármela? –dijo con los ojos brillantes.
-Claro, puedes tomarla cuando quieras. Pero por favor, no vuelvas a aparecer sin nada de ropa, es incómodo.
-¿Soy fea? –dijo de pronto seria.
-¡No! No, al contrario. Eres muy hermosa, pero no es correcto que te vea de esa manera. ¿De acuerdo?
-Entonces esto es como un cubre pieles ligera, -dijo ignorando mi comentario, hablando para ella sola y dándose la vuelta. –Muchas gracias Lelouch.
-Por nada, -dije suspirando. Pasé la mano por mis cabellos y sacudí la cabeza. Esto es una prueba bastante difícil. Sonó mi móvil y me alteró un poco. -¿Hola?
-Hola, Lelouch. Soy Suzaku. Me dijo Euphe que tienes a una loca en tu casa. ¿Cómo te va? ¿Está suficientemente loca para dormir contigo? –soltó una carcajada y yo rodé los ojos.
-Es una paciente y no está loca Suzaku, no la llames así.
-De acuerdo, no te enojes. Iré a tu casa la próxima semana, tengo que conocerla. Euphe dice que es agradable.
-Sí, C.C también cree que ella es agradable.
-Todos aman a Euphe, ese es su defecto.
-Sí, como sea. Entonces nos veremos la próxima semana. Me saludas a Karen y a Nunnally. Le das un gran beso a Nunnally, dile que la extraño y que la veré cuando pueda.
-De acuerdo, hasta pronto Lelouch.
Colgué y gracias a eso pude dejar de pensar en lo que acababa de pasar. Seguí con lo que estaba haciendo y cuando el desayudo estuvo listo llamé a C.C. Todo sería diferente ahora, es decir, no ves a alguien desnudo y dejas de pensar en eso. Tampoco ayuda el hecho de que ella es muy hermosa. Me reprendí mentalmente, ella era mi paciente solamente y no tengo derecho a decir nada ni acercarme a ella de otra forma que no sea como doctor.
Desayunamos tranquilamente y después de eso comenzó la terapia. Fue algo común y corriente. C.C se veía más feliz cada día y su complexión había mejorado mucho. Sus pesadillas seguían ahí, pero no había nada que pudiera hacer a menos que la llenara de somníferos. Tendría que hablar con Cornelia.
Cuando terminamos hice comida. C.C se ofreció a ayudarme y lo hizo. Pensaba hacer algo de pescado frito. Le dije que después de que la sartén estuviera caliente, pusiera algo de aceite en lo que yo preparaba el pescado. Estaba empanizando y de pronto se escuchó un golpe. Me giré rápidamente y vi a C.C con los brazos extendidos y la sartén en el suelo. Me acerqué y ella me miró. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Lelouch, lo siento tanto. Le puse demasiado aceite y pensé en tirarlo pero cuando lo tomé estaba caliente, no pude evitarlo. L-lo s-siento, -dijo sollozando.
-C.C, no hay nada qué lamentar. Fue un accidente. Me alegra que estés bien, -miré sus manos y vi que estaban rojas. –Oh, te quemaste.
-¡Lo siento! –dijo tapando su rostro. No pude evitar reír un poco. La atraje hacia mí y la abracé.
-No es nada malo, -ella siguió sollozando. –Ven, pongamos algo de hielo en tu mano. ¿De acuerdo?
Asintió y la guié a otro punto de la cocina donde no estuviera la sartén. Tomé un hielo del congelador y después tomé sus manos. Estaban rojas y seguro que dejarían ampollas. Hice círculos con el hielo por su mano y sentía su mirada en mí.
-Espera aquí, voy por un ungüento para quemaduras, no toques nada más, -fui corriendo a mi botiquín de primeros auxilios y tomé el tubo y unas vendas. Regresé a la cocina y C.C estaba justo donde la había dejado. Puse algo de ungüento en sus manos y después las vendé. La miré y había una lágrima en su ojo. La limpié y sonreí.
-¿Lo ves? Todo está bien. ¿Qué te parece si no cocinamos hoy? Pediré comida china, -ella asintió. Tomé su barbilla e hice que me mirara. –Vamos C.C, di algo. Ya pasó todo.
-Gracias, -dijo medio sonriendo.
-Esa es mi chica. Ahora vamos, ve a la estancia y yo limpiaré aquí en lo que llamo a los de la comida.
Llamé y dijeron que estarían ahí en media hora. Limpié todo lo de la cocina y guardé el pescado para mañana. Cuando fui a la estancia C.C estaba sentada en el sofá. Su espalada estaba recta y su mirada distante.
-¿C.C? –dije pasando una mano frente a su cara. Parpadeó y me miró.
-¿Qué es eso? –dijo apuntando al estante lleno de películas a un lado del televisor.
-Se llaman películas. ¿Nunca viste una? –dije sorprendido.
-No, no hay eso de donde yo vengo. Y en el lugar en el que estaba nunca pusieron eso.
-¿Quieres ver una? No tengo muchas películas de chicas, Euphe me las regala. Tengo ‘Un paseo para recordar’. Pero claro que no sabes cuál es esa, -C.C solo me miraba. Puse la película y nos sentamos a verla. La había visto millones de veces. Una tras otra gracias a Nunnally. Ahora mismo sentía como si estuviera con una niña pequeña. Sus ojos estaban abiertos como platos y tenía sus piernas pegadas a su pecho. Aun traía puesta la bata que le había dado en la mañana. La comida llegó y serví los platos mientras que C.C seguía viendo la película. Tomó el plato y comió un poco. Después lo dejó en la mesa frente a nosotros y siguió viendo la película.
Yo terminé mi plato y me acomodé en el sofá, preparándome para la parte cuando le dice lo que en verdad tiene. C.C no se movía, no parpadeaba. Cuando por fin se lo dice y ella huye C.C soltó un sollozo. La miré y vi que sus ojos estaban llenos de lágrimas.
-¿E-ella va a m-morir? –dijo con voz débil. No volvió a decir nada más. Solo siguió observando hasta que terminó. El en momento en el que se acabó C.C rompió en llanto. Me acerqué y la abracé.
-Calma C.C, solo es una película.
-Pero ella murió, -dijo entre sollozos.
-Es mentira, ellos actúan. Es una novela solamente, ficción, -ella se relajó un poco. No se alejó y yo no me alejé tampoco. Su cabeza estaba debajo de mi barbilla y su cara enterrada en mi pecho. Era reconfortante tenerla en mis brazos. Sentía como si tuviera que defenderla del mundo pero sin dejar que se enfrentara a él. –Veamos una película de chicos, ¿Qué te parece? Esas no son para llorar, -asintió. Me puse de pie y puse la película de Transformers. Eso sí que era de niños. La vimos en silencio, C.C se acercó a mí y puso su cabeza en mi hombro. La abracé por la cintura y la pegué más a mí. Cuando terminó C.C estaba dormida. Apagué el televisor. La tomé en brazos y la llevé hasta su habitación.
La recosté en la cama y la tapé. Se puso en posición fetal como siempre. Comencé a caminar hacia la puerta pero escuché que C.C hablaba. Me giré y estaba comenzando a tener pesadillas. Se movía incómodamente y hacía ademanes con las manos.
-No, -comenzó diciendo por lo bajo. -¡No! ¡Déjame! Por favor, -comenzó a sollozar y gritar al mismo tiempo. -¡Mamá! –no había dicho eso en noches anteriores. Me acerqué y quité sus manos ya que se estaba lastimando, enterrando sus uñas en el pecho. La tomé en brazos y la presioné contra mi pecho con fuerza para que dejara de estremecerse. –Leluoch, -suspiró. La miré pero seguía dormida. Había dicho mi nombre en sueños. Un extraño calor invadió mi corazón.
-Calma, ya estoy aquí. Nada te pasará, -besé su frente logrando que relajara su semblante. La recosté pero sus dedos estaban aferrados a mi camisa. Intenté soltarlos pero era imposible.
-Por favor, -la miré y ahora sí estaba despierta. –Quédate conmigo esta noche.
-C.C no es correcto, -dije con pocas fuerzas. También quería quedarme y acunarla, ahuyentar sus pesadillas.
-Por favor, -me rogó de nuevo. Sus ojos llenos de lágrimas. Suspiré y me recosté a su lado. Ella de inmediato se acercó a mí y encajábamos perfectamente. Ella en mis brazos era como si hubiéramos nacido pegados. Quité la colcha de la cama, hacía calor después de todo. Puse un brazo en su cintura y la abracé. El sueño me golpeó unos minutos después.
La semana terminó y el domingo llevé a C.C al cine. Ella nunca había estado ahí. Terminaron por sacarnos de la sala después de que C.C se pusiera a gritarle al protagonista de la película. Nunca había escuchado a una mujer decir tantas palabras de ese tipo.
El lunes por la mañana recibí una llamada.
-¿Hola? –contesté cuando terminé de lavar mis dientes.
-¿Es el Dr.Lelouch? –preguntó una mujer.
-Así es, ¿Quién habla?
-Buenos días Dr. Habla Heidi de las oficinas de Dialnet.
-Ah claro.
-Hablaba para confirmar la cita que tendrá lugar dentro de dos semanas en las oficinas del hospital a las 9 de la mañana.
-Sí, ahí estaré.
-Muy bien, lo esperamos Dr. Que pase un buen día.
Colgó tan pronto terminó de hablar. Dos semanas, solamente dos semanas. De pronto me sentí inútil, C.C no había mejorado mucho. Sus pesadillas seguían ahí, su mezcla de idiomas y sobre todo la creencia de que viene de otro planeta. Y lo peor es que consideraba que empeoraba. Esta última semana había estado tan sensible a todo. Si no lloraba se enojaba o de pronto volvía a ser feliz. Era todo tan confuso. Desayunamos en silencio y C.C se veía algo deprimida.
Cuando comenzó la sesión C.C seguía sin decir nada.
-C.C, ¿te ocurre algo? –dije poniéndome a su lado. Ella negó con la cabeza y no me miró. Suspiré y volví a mi silla detrás del escritorio. -¿Qué tienes para contarme ahora? –dije tratando de animarla.
-Rien (nada) –siguió sin mirarme y me acerqué de nuevo a ella.
-C.C, sabes que puedes contarme lo que quieras. ¿No confías en mí? –dijo acariciando su brazo.
-¿Lo que sea? –dijo mirándome de pronto.
-Claro, lo que sea que tú quieras.
-Es-tu sûr ? (¿Estás seguro?) –asentí. Ella suspiró y tomó mi mano. La puso sobre uno de sus senos. Asustado la quité y me puse de pie. -¿Qué sucede? –dijo frunciendo el ceño.
-C.C, ¿Por qué hiciste eso?
-Iba a mostrarte donde me duele, -dijo con los ojos llenos de lágrimas. Oh Dios, esto es tan difícil. –Ya entiendo, soy fea, -se puso de pie y me esquivó. Escuché la puerta de su habitación cerrarse con fuerza. Golpeé el escritorio y después enterré los dedos en mi cabello. ¿Cómo darle a entender a alguien que la deseas si ella ni siquiera lo ha sentido antes? Me sentía tan frustrado. Y para mi mala suerte, Suzaku llegó en la tarde.
-¡Lelouch, hermano! –dijo mientras me daba un abrazo.
-Suzaku, -dije sin mucha emoción.
-¿Qué hay de nuevo? ¿Cómo vas con la l…chica? –lo fulminé con la mirada y él sonrió. –Lo siento.
-No importa, pasa.
Se sentó en el sofá y yo fui por dos refrescos. Le pasé uno y me quedé ahí, sin decir nada.
-¿Qué te pasa? –dijo después de un rato.
-Nada, es solo que no sé qué le pasa a C.C. Es como si todo lo que duré estudiando no valiera la pena porque no sé cómo ayudar a una persona que de verdad me importa.
-Te importa ¿huh? –rayos, Suzaku había captado esa frase. No debí decir eso. Sí, C.C me importa pero no debí haberlo dicho en voz alta.
-Sí Suzaku, me importa como una paciente.
-Escucha Leluoch, puede que sea inmaduro en ocasiones pero no significa que esté estúpido, -dijo de forma muy seria.
-Lo sé, nunca dije eso.
-Entonces no niegues que C.C te importa un grado más que como paciente.
-Está bien, lo admito. Pero no tiene nada que ver, no puedo estar con ella. Está trastornada, creo que debió sufrir abuso y quizá algo más. No lo sé, sus sueños siempre son como si alguien se estuviera aprovechando de ella.
-Euphe me contó del tal enfermero, nunca creí que fuera capaz de golpear a alguien, -suspiré y miré a los ojos a Suzaku.
-No sé cómo decirlo, pero desde el primer momento en que vi a C.C supe que ella era diferente, que me importaba sin siquiera conocerla. Y cuando supe que ese… hombre había abusado de ella, sentí una gran ola de coraje.
-Se llama destino o amor a primera vista. Apuesto a que si ella estuviera bien de salud se hubieran encontrado de una manera u otra. Puede que sea difícil ahora, pero verás que cuando logres curarla todo será mejor.
-Ese es el problema, no tengo suficiente fe en mí como para creer que podré curarla. Su mente es un laberinto en el que me estoy perdiendo más cada día, -suspiré profundamente, cerré los ojo y dejé caer la cabeza en el sillón. Escuché que Suzaku se ahogaba con su bebida.
-Ahora veo por qué la conservas, -dijo tosiendo. Levanté la cabeza y lo miré, él miraba al frente. Ahí estaba C.C de nuevo, desnuda. –Wow.
Eso me causó otra ola de enojo. Corrí y tapé a C.C con mi cuerpo. -¡Suzaku lárgate de aquí!
-Oh vamos Lelouch, soy un hombre no un monje, -gruñí y comencé a jalar a C.C hacia otro cuarto. Cuando llegamos Quité rápidamente mi playera y se la puse.
-C.C, ya habíamos hablado de esto, -la miré y ella no me miró.
-Lo siento, estaba buscando mi cubre pieles ligera. No está en mi habitación.
-Tienes razón la lavé. Voy por ella, por favor no salgas de aquí, -ella me miró y vi que tenía los ojos llorosos de nuevo. –Oh no, C.C no llores, por favor.
-Estás enfadado conmigo, -dijo sollozando. –Soy una vergüenza.
La abracé y ella se relajó un poco. –No estoy enojado contigo, solo me sorprendiste. No estoy muy acostumbrado ver a una mujer desnuda, ni siquiera a un hombre. No llores, -tomé su rostro en mis manos y limpié sus lágrimas con mis pulgares. –Voy por la bata, ahora vuelvo.
Salí de la habitación y fui al cuarto de lavado. Tomé la bata de la secadora y caminé de vuelta a la habitación. Por suerte se cambió rápido mientras yo estaba de espaldas a ella. Me pasó la playera y me la puse.
-Ya no huele a ti, -dijo cuando me giré.
-No, huele mejor. Huele a limpio.
-No, es mejor tu olor.
-Muy bien, pero ahora es tuya, no puede oler a mí. Vamos, te presentaré a un amigo.
Suzaku se llevó muy bien con C.C. Hacía bromas pero C.C no las entendía, por suerte. Pasamos la tarde platicando y Suzaku prometió traer a Nunnally algún día para que las conociera.
Al día siguiente desperté con un horrendo dolor de cabeza. Tomé dos pastillas y fui al consultorio con C.C. Comenzamos como siempre, hablando de cosas sin importancia. C.C me preguntaba sobre cosas que habíamos ‘en la tierra’. Mi humor no era muy bueno, así que traté de ser paciente.
-¿Entonces tienen a dos personas que las cuidan cuando son pequeños, -dijo C.C cuando le expliqué lo que eran los padres. -C'est intéressant (interesante)
-C.C, ¿podrías por favor dejar de mezclar los idiomas?
-No mezclo nada, así es como hablamos en mi plan…
-¡No hay ningún otro planeta C.C! Tú eres de aquí, el problema es que en tu cabeza hay algo que… -me di cuenta de lo que había dicho y me callé. La miré y ella estaba con los ojos muy abiertos y llorosos. ¡Mierda! –C.C, lo siento tanto. No quise decir eso. Yo solo…
-Quiero ir a mi habitación ahora, -se puso de pie y se marchó. Eso empeoró el dolor de cabeza.
Más tarde ese día entré en su habitación pero C.C estaba dormida. Quería disculparme, ella no tenía la culpa de nada. Si pudiera me patearía a mí mismo. Observé su silueta, no estaba tapada. Noté que el colchón tenía manchas, rojas. Al principio me asusté, pero después lo comprendí. Los cambios de humor, la sensibilidad, el dolor en el pecho. Golpeé mi frente sintiéndome estúpido. ¿Cómo no lo había notado antes. Salí de la habitación y llamé a Euphemia. Media hora después la tenía en mi puerta con bolsas y Cornelia detrás de ella. Los saludé a ambas y Euphe se fue con C.C. Cornelia y yo nos quedamos en la sala, hacía tiempo que no la veía.
-¿Qué ha sido de ti? –dije con tono cansado.
-Pues, lo mismo de siempre. ¿Qué hay de ti?
-Supongo que Euphe ya te habrá hablado del caso en el que estoy trabajando. Es tan difícil Cornelia, no sé nada de mujeres y ahora tengo que atender una que se cree de otro mundo. Es imposible. La he visto sin ropa exactamente tres veces, eso debe afectar la objetividad en el caso, ¿no crees? –para mi sorpresa ella se rió.
-Hay Lulu, solo afecta si realmente te interesas por esa paciente. Si ella te afecta. ¿Qué has averiguado? Euphe dijo que podía ser algo en su pasado.
-Sí, pero creo que solo viene a ella cuando está dormida. En las noches siempre tiene pesadillas y por lo que puedo interpretar creo que alguien abusó de ella y no solo una vez.
-Conozco a un doctor que es especialista en hacerte recordar cosas de tu pasado. Cosas que normalmente no recuerdas. Se mete en tu cabeza y abre puertas de recuerdos que no sabías que tenías. Puedes intentarlo, solo para ver si tus sospechas son correctas.
-Es una buena idea, lo intentaré.
-Aquí tienes el teléfono, -dijo dándome una tarjeta. Nos quedamos en silencio por un rato.
-¿Sabes? No entiendo cómo trataron ese asunto en el hospital. Es decir, C.C debió tener su primer periodo a los doce o trece. ¿Cómo le ha hecho estos 6 o 7 años? –dijo con el ceño fruncido.
-No tengo idea, al igual que ella. Fui tan estúpido, ella trató de explicarme que tenía dolor y yo solo la ignoré.
-No te culpes, nunca podrías saber. Eres hombre y no piensas en ese tipo de cosas. Probablemente si te decía que le dolía el estómago le hubieras dado Bismutol en lugar de ibuprofeno.
-Tienes razón.
Hablamos un poco más y después llegó Euphe. Me despedí de ellos y fui a ver a C.C. Euphe había cambiado las sábanas y puesto un cobertor más ligero. Ella estaba recostada en posición fetal pero no dormía.
-¿C.C? –ella no se giró. Me senté en su cama y la sacudí un poco. –C.C, necesito hablar contigo.
-No me gusta estar aquí, -dijo con voz débil. Eso me dolió, de verdad la había lastimado.
-Si te sientes muy incómoda puedo hablar con el hospital para que te traslade a otro lugar y te consigan otro doctor, -dije con todo el dolor de mi corazón. No quería que se fuera.
-No me refiero a tu casa, no quiero estar aquí en la tierra. Quiero irme a mi hogar, -dijo comenzando a sollozar un poco.
-Yo no quiero que te vayas de este planeta, -dije son pensar en las consecuencias. Ella se sentó y me miró.
-¿Por qué?
-Porque eres mi amiga, no quiero que te vayas. ¿Es tan malo todo esto? –le sonreí un poco.
-Me duele, no quiero que eso pase.
-C.C, ¿no habías tenido esto antes?
-Solo duraba un día. Cuando me quejaba ellos me dormían por días y no sentía nada. Pero ahora no puedo dormir por el dolor.
-Hay medicinas para eso, no tienes que quedarte dormida todo el tiempo. Eso no es bueno para tu cuerpo. Prométeme que la próxima vez que te sientas así me lo dirás, -ella asintió. –Muy bien, es hora de dormir.
Ella sonrió un poco y volvió a recostarse. Me acerqué y besé su frente. –Que descanses C.C.
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